Hablar de energía es entrar en el mundo del todo, en la creación y la vida. La energía es la fuerza con la que se construyó todo el universo.

Está presente en todo, existe a través de diferentes vibraciones y frecuencias. Cada frecuencia oscila en diferentes escalas y al mismo tiempo tiene una amplitud de onda.

La concentración de los elementos que componen la materia son las diferentes frecuencias, amplitudes y ciclos de onda de la energía en sus vibraciones ilimitadas que forman los elementos primarios.

Cuando hablamos de energía, debemos entender que absolutamente todo en el universo (sistema solar, galaxias, estrellas, planetas, asteroides y cometas, meteoritos, etc.) es energía.

Absolutamente todos los seres, animados e inanimados, poseen una vibración de energía diferente, es decir, una frecuencia completamente diferente que vibra en una amplitud de onda completamente diferente. Dado que todo es energía, la variación de frecuencias conduce a los elementos que lo componen todo, incluyendo el tiempo y el espacio.

Al hablar de este tema, es muy importante recordar que cada una de las vibraciones de cada elemento afecta a la vibración de otro elemento, por lo que existe una correspondencia con la vibración en las diferentes frecuencias en las que se encuentra la energía.

El magnetismo, a través de la atracción y la repulsión, trae a la existencia un conjunto limitado de frecuencias que mantienen un límite entre una vibración particular y otra, con cada vibración particular creando un código entre la atracción y la repulsión, o un equilibrio constante, para que algo exista en el mundo. Por ejemplo, si tomamos un átomo de hidrógeno (el primer elemento de la tabla periódica), no podemos mezclarlo, transformarlo o fusionarlo. Con otros, podemos asignarlos a diferentes elementos, pero como existe un determinado patrón de oscilación, el átomo de hidrógeno seguirá siendo hidrógeno para siempre. De este modo, la esencia absoluta del todo está codificada en la infinidad de atracciones y repulsiones.

Si utilizamos ciertos elementos en diferentes vibraciones sin fusionarlos y cambiar su vibración, obtenemos un compuesto químico y lo cambiamos sin perder su esencia transformándolo en algo nuevo, por ejemplo: si combinamos hidrógeno con oxígeno, obtenemos agua. Si utilizamos hidrógeno y lo dividimos, solo se requieren unos pequeños movimientos de átomos para que se forme hielo.